Pinche gallo, tuviste suerte que haya borrado el mensaje que me mandaste con tu numero, sino te hubiera llegado uno antes de las seis de la mañana, ya hasta lo tenía escrito: “Gallo, conocí a Zorba pero el mexicano. Me acaba de tirar aquí en Santa Ana, me vine con él desde Mazatlán. Un personaje y un chingado maestro; voy a intentar escribir todo lo que me acuerdo. Saludos y abraza bien a tu chica.” Sigo temblando y mareado de las casi 24 horas que me aventé en ese tráiler con la ventana medio abierta para no dormirnos y un pinche frío bien cabrón afuera; cruzamos toda Sinaloa y casi toda Sonora, de aquí a la frontera, Nogales, ya solo cuelga como una horeja
[1]. Casi 2 mil kilómetros en menos de dos días, ya de aquí está en corto mi destino. Acabo de preguntar cuánto me cobra el autobús a San Luis Río Colorado y ¡que 400 pesos!, que no chinguen, es lo que llevo gastado hasta aquí y solo recorrería como 250 kilómetros más. Nel, voy a seguir pa’lante como dijera el Grillo; si, ese es el GALLO, el Zorba mexicano. Hasta pensé en titular así el post, pero el “sigue pa’lante” refleja perfectamente el espíritu de ese loco. Tampoco sabía cómo escribirlo, como empezar. Pos chingue su madre, como si fuera un mail para tí que al fin es lo que se escribir y lo que me paso escribiendo todo el tiempo. ¡Qué reglas literarias ni que nada! Si este carnal escribe: enterado, boy a darle velosidad para estar ay en la mañana. ¡Y ah, que boca tienen estos norteños! Tres groserías por palabra cabrón, y se quedan pegadas con todo y el tonito eeese.
Empezó bien el viaje, aquel primer aventón que agarré en Maravas
[2] me llevo hasta Mazatlán. Todavía tendió paro
[3] el vato
[4] y me dejo echarme un sueno ahí en el asiento del copiloto y recargado en un lado pero el cansancio borro hasta la peste de los pies del conductor. Se llama Cástulo, es de la Sierra de Puebla, tranquilo, cinco hijos, no fuma, no toma ni consume drogas a excepción de los pericos que usa para no dormirse. Los pericos están calificados como anfetaminas, suben la presión arterial y aceleran el metabolismo; además de que causan adicción. La mayoría del tiempo se compra de contrabando, 35 pesos más o menos cuestan sin receta. La primera vez que vi uno, cuando fui a Tijuana de aventón por primera vez, me sorprendió ver la marca “Aventis” o “Roche” no me acuerdo bien. Yo pensaba que eran pastillas acá, de colores como en la televisión, pero no, son simples medicamentos que normalmente se recetan para adelgazar. Así que ya sabrás que cosas nos metemos al cuerpo cada vez que un doctor nos receta tres, cuatro o cinco medicinas por un simple dolorcillo ¡y todavía le damos las gracias! En fin, el viaje paso tranquilo, Cástulo es muy buen conductor y comimos en un restaurante a la orilla de la carretera donde atendía una chava o señora muy coqueta, coquetísima, aunque nada guapa. Eso sí, la mejor costilla con nopales que me he comido en mi vida. Hasta pensé que esa raza
[5] puede ponerse las chingas que sean, ser analfabeta, etc.; pero si así comen siempre, comen mejor que muchísima gente “rica” que se la pasa en fast-foods porque no tiene tiempo que perder.
La mañana siguiente de haber comenzado el viaje ya estaba en Mazatlán. El día anterior en la noche había intentado pedir raite
[6] pero como que los traileros se escamaban
[7], así que ya mejor esperé a la mañana. Creo que fue el primero o segundo al que pregunté el que me subió, iba hablando por teléfono peleándose con alguna querida. Ya de rato empezamos a platicar, el era de Veracruz y me contó que su mama se había muerto cuando el tenia trece, y a esos años se salió de su casa y jaló para el norte en el carguero
[8] motivado por la curiosidad. Nadie le daba trabajo al chiquillo, así que se puso a lavar vidrios, a hacer malabares y hasta de tragafuegos la hizo; se crío en la calle entre peleas y drogas. Se hizo “loco”, como él mismo dijo, hasta los veinte años que se enfermo bien duro; pasó por reclusorios, casas de alcohólicos y narcóticos anónimos que son una semi-cárcel, y hasta manicomio, mejor conocido como “la casa de la risa”. De ahí en adelante se soltó a contarme toda su vida como cuando tocó fondo en las drogas, de cuando era mafioso y cerraba bares y cantinas con barra libre para todos los que estuvieran adentro, de cuando le secuestraron a su esposa y a su hijo y a su vez él secuestró como cinco miembros de la familia del secuestrador que según dijo “se sentía tan verga
[9] que traía a su familia desprotegida”, de las armas que compraba, de cómo había sacado a un compa del cristal
[10] que por poco mataba a su abuelo, de los cinco hijos que mantenía, dos del matrimonio anterior de su actual esposa, dos de su antiguo matrimonio con una chica que prefirió ser bailarina y uno que si era de los dos. Al hijo mayor de él y de la bailarina le dio cáncer y lo estaban tratando de curar, y el Grillo para animarlo le dijo que iba a poner un albergue para los niños enfermos de cáncer porque cada que su hijo iba al hospital, veía a muchos otros niños que venían de lejos y no tenían donde quedarse. Ahorita ya compró el terreno destinado al albergue. Me contó cómo cada día hacía una obra buena, esta vez yo había sido su obra, echándome la mano. Una vez por subir a dos chavos de aventón lo quisieron asaltar con una pistola y le dijeron que lo iban a matar, el traía el cinturón de seguridad puesto y los otros no, así que fue y choco con un poste.
“—Ya que, si de todos modos me iban a matar pues mejor me la juego, y me la jugué. Luego andaba ahí el vato pidiendo ayuda y el otro por allá dentro del camarote también todo madreado. Yo me quite el cinturón y me baje a la chingada. Ojala se mueran les dije. —”
Pero también había historias buenas como una vez que le pidieron aventón unas argentinas allá en Palenque, y ahí andaban vacilando porque “una de ellas se andaba echando unos pedos… uah! que yo le decía desparasítate! Y ella contestaba que los frijoles le habían hecho mal.
Pasamos a desayunar a una cachimba, cachimbeando. Una cachimba es un como restaurante a la orilla de la carretera donde atienden mujeres que no necesariamente son prostitutas, o más bien no son. Ellas ganan su dinero de la comida, aunque dado el ambiente de puro trailero, se ponen monas para atraer a sus clientes y algunas conceden ya más derechos, amigas con derechos, a uno u otro que pase seguido por esa ruta. Aun así, junto con las prostitutas que ofrecen “mamada, cogida y chiquiteada” (lo último tuve que preguntar a que se refería y prefiero no desambiguarlo) todas estas mujeres, según los traileros, entran en la categoría de “mujeres del camino”. Cuando llegamos a la cachimba había dos, una que se veía ya traqueteadona por los años, con la sabiduría de la experiencia al platicar, y su hija de cómo diez años que se fue a la escuela al poco rato. Luego llego otra muy maquillada y joven que resulto tener 22 años, casada, sin hijos, mantenía a dos hermanos suyos chiquillos y le había dado diabetes a los 12 años del susto por haberla obligado a ver a su padre muerto en el ataúd. Luego llego la hija grande de la que estaba traqueteada por los años con la sabiduría de la experiencia. Esta es la que esperaba ver el Grillo, y de puro contento oí por primera vez un silbido que hacia igualito al de un grillo. Me solté a carcajadas y le dije –ah, por eso te dicen el grillo--. Pero igualito a un pinche grillito de esos que cantan en la noche. Hasta según él una vez hizo que fumigaran tres veces las oficinas de la compañía porque el engañaba a las secretarias cuando iba hasta que lo cacharon. La chava primero ni volteo a verlo; terminaron por intercambiar números y como si fuera misión cumplida salimos rumbo al norte a toda velocidad. A diferencia de Cástulo, el Grillo era muy limpio. Traía su desodorante y antes en una pausa del volante había estado limpiando cuidadosamente todo el interior del tráiler. Hasta me hizo sentir un poco mugroso, pues yo no me había cambiado de ropa en todo el día y toda la noche. Casi luego luego nos encontramos a su hermano que trabaja en otro tráiler de la compañía, según esto ya no íbamos a parar pero nos quedamos a comer un caldo de pescado con camarones tamaño jumbo. Tenía como una hora que habíamos comido pero no podía dejar pasar la oportunidad de comer unos buenos mariscos del Pacífico, además de que ahora si seguro no pararíamos hasta después de un buen rato. Una típica platica de hermanos, diciéndose el uno al otro que debería de hacer en cuanto a tal o cual cosa, preocupándose el uno por el otro y dándose consejos que ni uno ni otro parecía dispuesto a tomar.
En algún momento que no recuerdo exactamente me contó algo que nunca voy a olvidar. Estábamos hablando sobre lo duro de vivir en la calle, yo insistía en que en la Ciudad de México había mucha miseria y el decía que en todos lados. Luego me dijo que cuando estaba morrito
[11] había un wey que diario le quitaba la feria que había ganado en los malabares o limpiando vidrios. Diario, ahí tenía que andar escondiéndose de ese wey.
“Dicen que uno lo suena cuando mata a una persona. Yo no soné ni madres, un día llegue y le di como setenta piquetazos al vato hasta que un compa llego y me quito, ya lo matastes, me dijo, pero yo no desquitaba mi coraje.”
No le pregunte a cuantos más se había cargado, ni supe si hubo más, pero me acuerdo el coraje con el que recordó aquella historia y como movía el brazo rápidamente dando puñaladas al aire con un cuchillo imaginario. Durante el resto del viaje le conté parte de mi vida que le intereso mucho y el siguió contándome otras cosas como que siempre quiso pilotear un avión o los dilemas que tenia con armar otra casa con una chica que había conocido hace dos meses y a la que ya pensaba llevarse a Hermosillo donde vive su otra mujer. Dijo que quería aprender inglés para tramitar una visa y poder entrar a trabajar a los EEUU también, ya que su empresa es americana y luego los cargamentos van hasta distintas ciudades del otro lado. Me dijo que seguramente nos veríamos en el futuro y me invito a quedarme en casa de su familia en Hermosillo. Simpatizamos cinchón y me animo mucho a seguir mis planes y luchar por los sueños. Cuando se despidió me dijo –y acuérdate compa, dale pa’elante, puro pa’lante.
[1] Hora
[2] Slang de Maravatío, Michoacán
[3] Tender paro: echar la mano, ayudar.
[4] Individuo
[5] Gente
[6] Aventón
[7] Espantar
[8] Tren de carga, también conocido como “La Bestia”
[9] Sentirse verga: muy chiles, el jefe de jefes, el que parte el queso, el que siente que sólo sus chicharrones truenan.
[10] Droga sintética MUY adictiva.
[11] Joven, niño