Ayer tuve mi primera inmersión
directa en la actividad social de San Francisco, salí a caminar solo. Esta es para mí la forma en la que una persona
logra estar totalmente abierta y receptiva a lo que pasa alrededor ya que al
estar con otra persona, ésta merece toda la atención de nuestros sentidos para
poder tener una buena comunicación, aunque esto va en detrimento de la interacción
que podemos lograr con nuestro alrededor. Así como pasa en todas las grandes
ciudades cada barrio de San Francisco tiene sus peculiaridades, los más famosos
son Chinatown, donde está la mayoría de tiendas, negocios y restaurantes
asiáticos; Marina, donde viven los ricos y está el embarcadero con todos los
yates y el icónico Golden Gate de fondo en el paisaje; el Distrito Financiero,
en el que se concentran los rascacielos de San Francisco con sus miles de
oficinas mayoritariamente de los bancos como Wells-Fargo, Bank of America,
Citybank, Chase, etc., etc.; Castro District, el barrio guey, también muy
icónico de la ciudad; Haight-Ashbury, con sus viejos hippies que quedaron de
los 60s, tiendas de segunda mano y gente excéntrica; y Mission District.
Audrey vive cerca del Mission
District (¿Distrito Misión? Algunas cosas es mejor no traducirlas), el barrio
que concentra la mayor población de mexicanos y latinos en la ciudad, la raza
wey. Así que decidí que ahí fuera esta primera excursión y me puse en marcha
hacia Mission Street, la vena principal del barrio. De inmediato empezaron a
abundar restaurantes de comida latina y tiendas con productos mayoritariamente
mexicanos. Además de latinos, parece haber muchos asiáticos por ahí. Y cuál fue
mi sorpresa cuando en la esquina de la Veinticuatro y Mission St., justo frente
a un McDonalds, encontré a un grupo de militantes del Partido Comunista de los
Estados Unidos con pancartas y fotos de injusticias cometidas por el gobierno
estadounidense.
Por supuesto que, sorprendido de
encontrar algo tan inesperado, me quede a leer los flyers y las pancartas y me
puse a hablar con Joe, un señor en sus cincuentas que parecía ser el líder. Además
de él y otro señor que conocí más tarde, más o menos de la misma edad, todos
los demás parecían ser inmigrantes de primera generación de origen latino o asiático,
y más jóvenes. Por lo que me conto Joe, todo el movimiento de los 60s le toco
cuando todavía era muy pequeño pero parecía ser un anticapitalista muy
convencido y más o menos experimentado en esto de la militancia. Su discurso,
sin embargo, me pareció un poco radical y aunque yo estoy de acuerdo con mucho
de lo que dijo, creo que la opción de deshacernos de todos los capitalistas y
tomar el poder para instaurar un régimen comunista sería demasiado violento y además
inviable. Esas opiniones ya quedan para cada uno pero gracias a este encuentro
tuve una refrescada en los movimientos de protesta y su historia en EEUU como los de las Panteras Negras,
Malcom X, cuyos protagonistas son miembros de la comunidad afroamericana. Otra cosa que me
llamo la atención de lo que dijo Joe cuando le conté que yo había estado en España
el año pasado y había participado en las protestas que hubo y sigue habiendo en
Madrid fue que según el en España y en Egipto (tampoco entendí mucho la relación
entre estos dos movimientos) es que falta liderazgo, alguien que dirija. Para
este momento, el presidente del PCEEUU, Bob Avakian, es el líder y fundador en
1975 o por ahí, y entre el material que tienen estas personas para ofrecer a la
gente, esta un libro con lo básico, de hecho se llama así, “The Basics” y su traducción
en español, “Lo Básico”; una Constitución también escrita por él, entrevistas
grabadas y un website para informarse más sobre el movimiento.
Se supone que sus escritos se
basan en análisis “científicos” de otras experiencias comunistas como en China
o en Rusia y sus fallos, así como la posibilidad de construir una nación
comunista exitosa y la estrategia a seguir para lograrlo. Mis principales críticas
serian: 1) así como aquí en San Francisco poner la palabra “orgánico, “verde”,
o “artesanal” hace la diferencia, en el mundo de hoy lo que vale es solo lo “científico”.
Y lo pongo entre comillas porque es solo una palabra y es muy cuestionable,
sobre todo en lo social decir que algo es científico.
Me invitaron a un meeting. No
sabía muy bien qué esperar pero dijeron que sería ahí enfrente, y señalaron
hacia el McDonals, y faltaban solo unos minutos para que comenzara, así que
decidí esperar. Yo me imaginaba que íbamos a ser un grupo de personas frente al
local de McDonalds gritando con altavoces, porque traían altavoces, y estaban
invitando a la gente al meeting, protestando contra el capitalismo. Y ahí
estaba esta gente, unos seis o siete contando algunas mujeres y dos de ellos
gritaban por el altavoz, en inglés uno y luego en español el otro, que este
mundo está jodido, que necesitamos una revolución, una en donde millones de
personas cooperen, pero para eso “te necesitamos a ti”. Y más bien parecían
locos porque nadie les hacía caso. La gente iba y venía sin siquiera voltear a
verlos, como acostumbrada a este tipo de gente deschavetada. Y lo más dramático
es que justamente en la contraesquina había otra persona con altavoz hablando
sobre Dios, el infierno y la salvación. Y cuál va siendo mi sorpresa cuando
descubrí que de hecho el meeting era dentro del McDonalds pero usado como
centro de reunión y no como objetivo de la protesta. ¡A ha! Una reunión
anticapitalista del Partido Comunista de los EEUU donde los líderes discutían
sobre el futuro del socialismo mientras sostenían un vaso de McCafé en su mano.
¡Cosas más extrañas se han visto en este mundo, supongo!
Bueno. Después de un buen rato de
discusión, emprendí el regreso y en el camino, cuando pasaba la esquina entre
Mission St. y la 26th St., me encontré a unos borrachitos trabajadores como
ellos mismos se llamaron. Estaban recargados en una pared tomando el sol y
cuando pasé, levantaron la cabeza amigablemente en señal de saludo, así que me
acerqué a platicar con ellos. Eran dos mexicanos, uno de Salamanca y otro de
Oaxaca. Al de Salamanca, de unos treinta y tantos, pareció darle gusto
encontrar a un paisano también de Guanajuato cuando le dije que yo era de
Acámbaro. El oaxaqueño parecía más desconfiado. Les empecé a hacer muchas
preguntas en cuanto a cómo podría conseguirme un jale[1]
y no sé si pensaron que era policía porque de repente, cuando les hice un
comentario sobre que ya se habían echado unas chelas, me dijeron “¡no!,
nosotros no tenemos nada, no vendemos esas chingaderas, sólo borrachitos pero
trabajadores!” Luego me dijo uno, “bueno, ¿pero tú que eres periodista o vienes
a hacernos una encuesta o qué?” Lo que sigue fue un poco vergonzoso porque me
dijo, “¿ah sí? ¿y que sabes hacer? Construcción, pintura, jardinería…” Y como
para probar si era cierto que yo buscaba un trabajo me hizo que le enseñara las
manos. Luego me enseñó las suyas y me dijo “estas son unas manos de trabajo” Y
si, estaban todas llenas de cayos. Sentí como si mis manos parecieran de
señorita a lado de las suyas, o como de esas personas que están hasta rosas de
que no les da el sol porque se la pasan trabajando todo el día encerrados en
una oficina.
Pero aunque mi descripción de los
hechos parece tener tintes de hostilidad, todo pasó muy tranquilo y en humor de
echarnos la mano. Al final supe que en “la Chavez”, la calle, es donde se paran
los trabajadores cada día a las seis de la mañana a esperar a que lleguen los
contratistas. El oaxaqueño me preguntó si conocía el DF y me dijo “así como se
ponen con sus letreros de plomero, cerrajero, carpintero, etc.; igualito pero
sin letrero. Tú vete a la Chavez a las seis de la mañana y seguro sale jale. Y
si te agarras a un buen patrón ya chingaste porque te van a llamar seguido.
Luego el de Salamanca agregó “pero córtate esa greña, quitate esa cosa que
traes en el cuello (refiriéndose a mi bufanda) y rasúrate que pareces árabe o
no sé qué”.
También me dijeron que entre la
20th St. y la 24th. St. sobre Mission podría conseguir una mi[2]ca
para poder trabajar, pero esa sólo se ocupa para restaurantes o
establecimientos más formales. Cuando pregunté dónde vivían o cómo conseguir un
cuarto me respondió el de Salamanca “no amigo, pues aquí estamos en un
santuario. ¿Sabes? Te vas a un shelter[3]
y ahí te apuntas y te dan chance seis meses. Luego te cambias de shelter y así
te vas de shelter en shelter hasta que se te acaban y entonces…” y ahí se
empezaron a reir y no entendí lo que significó su risa. Él llevaba siete años
viviendo por acá. Su apariencia no era la más saludable pero los dos se
portaron muy solidarios conmigo. Finalmente me despedí de mis compatriotas con
una gran alegría de pensar en vivir unos mesesitos en esta ciudad que parece
tan interesante.
Soy Sergio PICCOLINO...como ves leo tus abenturas....interesante.Muy interesante,.Pecado los paragrafos en Ingles...
ResponderBorrarOtra tena. me gustaré que haces uno grande esfuerzo a contestar a toda mi carta.
Te informo que en solo 2 meses he creado una Asociación de deportes del Deportes del patinaje: roller y, Skate...entras en Facebook y, buscas a. GOIERRI-ROLLER-SKATE-CLUB....
Amistad del hondo del Corazón. Sergio