Por fin llegué el domingo pasado
a mi destino final, el rancho donde voy a estar de voluntario por mes y medio.
Llevo dos días y estoy medio hasta la madre. ¿Medio hasta la madre? Bah, por no
decir que estoy totalmente hasta la madre.
El miércoles pasado llegué a San
Francisco. Bien, que bonita ciudad. Audrey, mi chica, me recibió muy contenta y
nos fuimos a cenar a un restaurante exótico de comida thai, pedimos un plato de
pescado que se llamaba algo así como “Madame
bass no se qué” y que según esto es la lubina, róbalo o sábalo, una especie
de pez “perciforme” de la familia Moronidae. Eso decía en Wikipedia, y si
buscas lo que es perciforme viene: también llamados percomorfos (Percomorphi) o
acantópteros (Acanthopteri), incluyen alrededor del 40% de todos los peces y
son el orden más grande de vertebrados. El nombre Perciformes significa «con
forma de perca». Y así me podría seguir buscando en los hipervínculos que
significa esto y aquello, es lo que algunas personas hacen y se vuelven adictos
al conocimiento wikipediesco. Pero no, eso no me pasará hoy.
Estuvo buena la cena aunque
tuvimos que compartir un plato entre dos y pedimos una porción de arroz a lado.
Estuvo bien, no necesitaba más en ese momento aunque, si el dinero sobrara,
podría haber pedido una copa de vino, un café de postre y si fumara me fumaría
un cigarrillo terminando como hace mi hermano plácidamente después de cada
comida. Yo también estaba muy contento de ver a Audrey. Me quedé en casa de
unos amigos suyos que practican la fe cristiana a fondo, que es donde ella se
estuvo quedando las semanas anteriores porque no tenía departamento. Luego el
jueves fue día de los enamorados aunque Audrey trabajó y yo estuve trabajando
también en mi diplomado sobre “un futuro sustentable”; pero el viernes nos
fuimos a caminar a las zonas turísticas como el Distrito Financiero, Chinatown,
Union Square, Yerba Buena Gardens, Mission District donde vive ahora Audrey y
otros parques y lugares interesantes. Parece que lo más interesante de la
ciudad es que está llena de cafés y restaurantes con mucha diversidad, clubes
nocturnos, tiendas de moda, mercados de productos orgánicos, parques muy
bonitos, Castro District donde viven todos los gays y lesbianas, y el
famosísimo Embarcadero y el Ferry Building donde ya había ido hace como siete
años con mi tío Ricardo Ovando. La gente en general se ve mucho más decente que
en el resto de los lugares que me ha tocado conocer de California, incluyendo
donde estoy ahorita, y en las calles hay muchos asiáticos, algunos indios,
mexicanos y otros latinoamericanos, blancos y afroamericanos. Un poco de todo.
Las cosas tampoco son muy fáciles
con una chica que ya tiene su vida hecha por aquí; y con la situación en la que
yo vengo, como siempre, ligero, con mucho tiempo, pero sin responsabilidades ni
complejos NI DINERO. Así que el sábado, después de ayudar a Audrey a cambiarse
de departamento, fuimos a un restaurante japonés muy pequeño y muy bonito pero
creo que tenía razón una amiga suya cuando nos dijo que ella sola se hubiera
podido terminar todo lo que habíamos pedido. Estaba bueno, un sushi en el que cada
rollito estaba cubierto con un pescado diferente y otra cosa que se llamaba
algo así como Popcorn… y que era también pescado empanizado con arroz. En
general tuve una buena estancia en San Francisco y conforme a mis planes, voy a
estar yendo a disfrutar y a conocer aquella ciudad unas dos o tres veces por
mes. Dicen que fue suerte pero desde que yo llegué el clima estuvo muy agradable,
cielo despejado y ni necesidad de usar suéter a medio día a pesar de estar
todavía en invierno. Caminando ahí por el Distrito Financiero, el viernes pasado
en la tarde, ya todos iban saliendo de trabajar y hacía un sol precioso, poca
madre (¿por qué no decirlo si es mi blog?); y ahí iba yo caminando con mi
chica, todo el mundo contento. Hasta los vagabundos parecían contentos. Solo un
perro que estaba a los pies de una señora sin piernas, bueno, que estaba a lado
de su silla de ruedas, no parecía muy contento cuando dos personas se acercaron
a hablar con ella. También era vagabunda o eso parecía.
Hace dos días que me vine al
rancho, como a una hora y media de la ciudad. Audrey me trajo en su coche; yo
hubiera preferido venirme sólo pero aquí en Estados Unidos las cosas no
funcionan tan bien si no tienes coche, y menos en una zona rural aunque eso
creo que es igual en todos lados. Así que, ya oscuro, llegamos al rancho, nos
despedimos y Audrey se fue. Resultó que no era el rancho que yo buscaba pero
afortunadamente me encontré con un paisa acá, tumbado con un gran bigote negro,
tenis y pantalones de cholo, que me ayudó. Había nacido en México pero se crió
desde pequeño aquí y conocía a Linda McDonald, la que dirige el rancho donde
estoy ahora. Me invitó a pasar a su casa y para mi sorpresa había como treinta
personas ahí, un titipuchal de niños como diría mi abuela, o un manojo como
diría Rodrigo. Primero pensé que todos vivían ahí y que así es como se veía una
típica casa de mexicanos en la zona rural de EEUU, pero no. Estaban en los
últimos momentos de una carne asada familiar. La mamá estaba ahí también, una
mamá mexicana que de inmediato me invitó un “steak” con ensalada de papa. El
cholo, Jesús, me invitó una chela “¿quieres una chela gouey?”; tenía un acento
chistosísimo de chicano como los de las películas. Los niños estaban viendo una
película o programa de policías de Los Ángeles que según eso eran grabadas de
la vida real. Ahí salian los mexican cops
y decían “open de door pendejo”. Al poco rato llegó Linda McDonald, habló con
Jesús por un momento, y luego nos venimos al rancho en medio de la oscuridad.
No tengo ni idea de donde estoy, sólo sé que estoy cerca de Santa Rosa. Cuando
llegué me encontré con una pareja de franceses y un americano de Mississipi,
todos se iban al día siguiente. Los franceses, un chico y una chica, habían
dicho que tenían un problema familiar y tenían que volver a Francia aunque me
confesaron luego que se iban porque no les había gustado el lugar. Jamie, el
americano afroamericano de Mississipi, que supuse es gay por su forma de
comportarse aunque muy amable, tampoco se quedó con muy buena impresión del
lugar. Mmmhh, pues es un rancho en medio de las montañas, con muchos árboles
alrededor y caballos. Para subir a donde están los caballos hay una cuatrimoto
disponible, pero allá todo está lleno de estiércol y hay que andar limpiándoles
las pezuñas con un como palillo de dientes pero para las uñas que se llama
“hoofpick”. Hoy tuve que descargar una camioneta pick-up (apodada “La Bestia”)
llena de estiércol en una pila, o más bien una montaña enorme de estiércol a
lado del camino. Todos los caminos tienen subidas muy empinadas y ahora que ha
estado lloviendo está frío y lodoso. Mi trabajo es alimentar a los caballos,
limpiarles las pezuñas, ponerles sus chamarras en la mañana, limpiar el
establo, ponerles las chamarras en la noche si va a hacer frío, etc. Y creo que
este trabajo normalmente lo hacen dos o tres voluntarios y ahora sólo estoy yo
para hacerlo.
De hecho esto es lo que quería,
estar en un lugar donde mi mente estuviera tranquila, donde pudiera apreciar
los placeres de la vida no teniéndolos tan a la mano y sobre todo donde pudiera
trabajar con el cuerpo como lo han hecho los hombres desde hace miles de años
hasta que llegó nuestra “era digital”; ahora la mitad de los trabajos es estar
frente a una computadora. Nuestro cuerpo está diseñado para trabajar varias
horas del día y ahora la vida sólo te permite la actividad física si vas a un
gimnasio y además hay que pagar. Supongo que me desacostumbre a esta dinámica
porque me duelen los brazos y las piernas. De repente siento que la energía se me acaba
para seguir este estilo de vida. Creo que cuando regresé de España me sentía
así y por eso empecé a trabajar en Jalpan pero luego, cuando me dieron fuego, pensé
en volver a las andadas. Pero es mucha chinga, ¿y para qué? ¿Para que estudié
en una universidad privada tan cara y para que fui a España a hacer un máster?
¿Para recoger caca de caballo bajo la lluvia en un rancho perdido donde no me
pagan y de hecho hasta tuve que poner quince dólares de mi bolsa para completar
mi despensa de la semana?
Me voy a hacer capitalista mejor.
Voy a conseguirme un trabajo donde gane dinero para ir a buenos restaurantes y
comprar mucha ropa. Voy a dejar de preocuparme tanto por el medio ambiente, por
la pobreza del mundo y las guerras. No importa que me dedique a importar basura
de China para venderla en tiendas como Waldos pero espero poder estar en un
lugar cerca de mi familia y donde pueda seguir teniendo contacto con los amigos
que he hecho durante estos años. Quiero ver a mi amigo Digu de la India y no
creo que él vaya a venir a visitarme. Quiero ir a ver a Simon en Alemania ahora
que esté mejor, hacer un viaje con Daniel, con el Charles y con el Suri. Salir con mis primos en la ciudad de
México y ver a mis tíos y tías por ahí.
Las experiencias como esta, lo único bueno que tienen es que
te hacen reflexionar y apreciar lo bueno que tenemos en la vida. Estar limpio,
estar calientito, estar con gente agradable. Aquí sólo está Linda que se la
pasa dando órdenes; Richard, que es como de sesenta años, simpático pero que me
trae en chinga; el hijo de Linda de veintiséis años que no me quiso dar pan
cuando ni siquiera se lo estaba pidiendo, que no hace ni un poco de esfuerzo
por entender que onda y que parece un pendejazo; y una chava de catorce que
está en la edad de la adolescencia con todo lo que implica.
¡Mucho ánimo Emilio!
ResponderBorrarPor fitas, no te vuelvas capitalista, pero tampoco dejes que te chinguen/exploten tan feo...y cuídate de la chamaca de 14 años, así como lo leo, suena que es la más peligrosa de todos los personajes que te rodean, jeje.
TQM
Jajaja, gracias Indy. Esta enamorada y no de mi, asi que no existe otro hombre para ella. Ya sabes como son esos enamoramientos de adolecente. Ya somos un poco amigos. Un abrazo
ResponderBorrarcourage gallo, ya vendrá el aquel viaje!
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