Llegue la tarde de ayer a Tijuana. Unos minutos antes de entrar a la ciudad, el conductor dio un breve toque de claxon a un grupo de hombres que caminaban por la orilla de la autopista, cada uno con su mochila. Eran migrantes que ya venían de regreso según me dijo. Seguí preguntando sobre cómo los echaban para atrás y me dijo que más bien habían intentado cruzar y se habían dado cuenta de que estaba muy vigilada esa zona y mejor se regresaban. La ciudad de Tijuana se extiende a lo largo de la línea fronteriza entre montañas y riscos llenos de arbustos y pasto verde que, para mi sorpresa, le da un toque de verde a toda la ciudad con las montañas de fondo. Yo pensaba que era una zona desértica y plana pero es más bien montañoso y húmedo. Otra cosa que me tomó por sorpresa es el tamaño de la ciudad que según mi amiga Indira ha crecido mucho en los últimos años en parte por las miles de maquiladoras que se vinieron a instalar después del Tratado de Libre Comercio. Tijuana esta ENORME, 1.8 millones de personas con una mayoría de trabajadores y colonias populares pero también con zonas residenciales y plazas lujosas para los oligarcas que conservan la riqueza acumulada en pocas manos empezando por Hank Rhon, el principal monopolista y ex presidente municipal que por cierto ahora va por la gubernatura del Estado. Mientras esperaba a Indira en la central camionera me fui a dar una vuelta por un albergue de “Misioneros de la Caridad”, la orden de la Madre Teresa de Calcuta[1] donde había una fila de gente a la que un taxista se refirió como “puros viciosos que luego salen de ahí y son los que andan robando”; según ese taxista, todos andaban drogados. Cuando pasé a lado de ellos yo vi más bien a gente pobre, algunos ya de edad pero a excepción de dos o tres, todos parecían perfectamente sobrios y pacíficos.
Luego Indira me llevó a misa con un padre de la orden de los “Misioneros del Espíritu Santo” que parecía muy joven, traía el cabello alborotado hasta los hombros, bajo el hábito se le alcanzaban asomar unos tennis y unos jeans bastante usados y hablaba con mucha energía, poniendo ejemplos de películas de caricatura e interactuando con la gente preguntando sobre las lecturas o la interpretación del Evangelio. Después dimos una vuelta por el centro de Tijuana, la Avenida Revolución, la zona roja y finalmente fuimos al ancestral punto de encuentro y uno de los bares más tradicionales y antiguos de la ciudad: El Dandy del Sur. Este bar parece conservar la decoración de sus años de apogeo en las décadas de 1970 y 1980, o tal vez de 1940 y 1950; con sus luces de neón al exterior, mesas bajas en el interior y una enorme barra donde se abarrota la clientela que me tocó ver más bien conformada por mujeres. La barman también era una mujer gorda. Yo pedí un caballito de tequila con una cerveza Tecate, y luego un Don Pedro con Coca, lo que boicoteó mi plan de boicotear a la Coca. Indira pidió una piña colada y luego una margarita bien cargada que terminé tomándome yo.
5 febrero
Ayer estuvimos dando vueltas por Tijuana, fuimos a conocer las orillas del lado este de la ciudad y nos fuimos hasta Tecate en donde dimos una vuelta por el tranquilo centro del pueblo, compramos pan dulce tradicional y pasamos por un lado de la cervecería Tecate que ocupa como dos cuadras. Me dijo Indira que el pueblo había recibido su nombre de la cervecería y no al contrario. En seguida pasamos por los barrios ricos junto al mar, “Playas de Tijuana” se llama, paseamos por el malecón y vimos las rejas en la playa que separan los dos países. El largo malecón, igual que la Avenida Revolución están llenos de locales vacíos cuyo apogeo acabó con el recrudecimiento de las medidas de seguridad en las fronteras de EEUU después del ataque a las torres en 2001. Sin embargo los pequeños comercios parecen querer florecer de nuevo con la creciente clase media tijuanense. Esa clase media no es, por mucho, la mayoría de la población, la cual está localizada más bien en los cinturones de pobreza que rodean todo el centro de la ciudad. Colonias y colonias una tras otra de vulnerables casitas acomodadas en las faldas de los cerros.
Ayer estuvimos dando vueltas por Tijuana, fuimos a conocer las orillas del lado este de la ciudad y nos fuimos hasta Tecate en donde dimos una vuelta por el tranquilo centro del pueblo, compramos pan dulce tradicional y pasamos por un lado de la cervecería Tecate que ocupa como dos cuadras. Me dijo Indira que el pueblo había recibido su nombre de la cervecería y no al contrario. En seguida pasamos por los barrios ricos junto al mar, “Playas de Tijuana” se llama, paseamos por el malecón y vimos las rejas en la playa que separan los dos países. El largo malecón, igual que la Avenida Revolución están llenos de locales vacíos cuyo apogeo acabó con el recrudecimiento de las medidas de seguridad en las fronteras de EEUU después del ataque a las torres en 2001. Sin embargo los pequeños comercios parecen querer florecer de nuevo con la creciente clase media tijuanense. Esa clase media no es, por mucho, la mayoría de la población, la cual está localizada más bien en los cinturones de pobreza que rodean todo el centro de la ciudad. Colonias y colonias una tras otra de vulnerables casitas acomodadas en las faldas de los cerros.
[1] La Madre Teresa, al ver la miseria que se vivía en la antigua capital del British Raj (nombre que se le dio al Imperio Británico que comprendía los territorios que conforman hoy los países de Paquistán, India y Bangladesh) y ante la impotencia de ver tanta pobreza, dedicó su vida a ayudar a morir a aquellos que no tenían a nadie en sus últimos momentos, brindándoles compañía y aliento para quitar el miedo a la muerte y ayudar a dar este último paso.
Hola Emilio...¡felicidades por tu blog!...y muchas gracias por incluirme en él...
ResponderBorrarHa sido un gusto tenerte en mi tierra, vuelve pronto :)