jueves, 7 de febrero de 2013

¡Vagabundos!


La primera cosa que llamó mi atención después de cruzar la frontera fue la cantidad de indigentes, en su mayoría de origen afroamericano, aunque también vi algunos blancos. Los hispanos y los asiáticos casi no entran en esta categoría ya que, aunque su apariencia puede hacer que se vean muy jodidos, casi siempre son trabajadores del campo o de alguna cocina de restaurante. Me llamó la atención un vagabundo en particular que pasó a lado de mi en el Jack in the box donde estaba esperando a mi prima Lola cuando acababa de cruzar la frontera. Entró de la calle con unas bolsas grande como de despensa en cada mano, unos tenis Nike rojos muy llamativos, y se fue caminando hacia el baño. En eso me acordé de lo que dice mi primo Rodrigo de que los vagabundos aquí en EEUU usan tenis de marca y están gordos. Un buen rato después, antes de salirme del restaurante, fui al baño y vi los mismos tenis y las bolsas en el suelo dentro de uno de los baños. Parecía estar descansando, pues por debajo de la puerta se alcanzaban a ver sus pies desnudos y parecían inflamados o eran unos pies un poco gordos. Pero igual, de una manera o de otra, seguramente le dolían de tanto caminar. Afuera en la calle ya estaba oscuro y hacía frío. De ahí me fui a sentar a una placita con diferentes negocios donde había mucha gente esperando y a lado de mí estaba dormida en una mesa una chava que parecía muy bonita y joven aunque muy sucia. Igual que el vagabundo, tenía una bolsa y una mochila vieja y sucia a su lado. A ratos despertaba y sin abrir los ojos se rascaba la cara y el cuerpo de una manera extraña, como si de repente sintiera los piquetes de muchas hormigas que se le hubieran subido mientras dormía. Cuando recién crucé la línea fronteriza, como a las siete y media de la noche, había muchos trabajadores que llegaban en los trenes, bajaban muy apurados para cruzar primero, algunos corrían. Iban a su casa en Tijuana, los muy suertudos, que trabajaban aquí y viven allá donde les rinde más su paga. A esa hora había también muchísimos policías y movimiento en general. Más tarde ya todo estaba tranquilo, hacía frío y ya hasta los vagabundos se habrían ido a un lugar donde pasar la noche. Al día siguiente me tocó ver menos vagabundo, pensé que tal vez el hecho de ser frontera siempre atrae un poco más a los sin techo, aunque también podría ser porque este allá es el punto más al sur de California, donde el clima es más bondadoso y el paso de mucha gente da más oportunidad de juntar algunas limosnas aunque muchos de ellos sólo parecen estar errando sin pedir dinero. Lola me dijo que algunas veces son veteranos de las guerras que reciben dinero del gobierno pero tienen problemas con el alcohol o algún desorden mental que les impide llevar una vida normal.

Ese día más tarde pasó mi prima a recogerme y agarramos la autopista no. 5 que sube hasta San Francisco. Al igual que la mayoría de las autopistas que he visto, tiene  como cinco carriles de cada lado. En veinte minutos más o menos ya estábamos en San Diego. Fuimos a dar una vuelta en coche por la ciudad vieja y por los barrios que están junto a la playa, Ocean Beach, Pacific Beach y Mission Beach. Hablamos mucho, poniéndonos al corriente sobre lo que habíamos hecho y sobre todo de lo que había pasado con la familia en México y aquí en California.

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