Esta última semana que pasé trabajando en Adobe Springs fue muy desgastante. Paul y yo terminamos peleándonos muchas veces. Desde la tercera semana de mayo ya me quería correr, una antes de lo planeado. Yo le dije que no podía irme así nadamás, que tendría que haberme avisado con tiempo. El 31 de mayo, la fecha prevista para partir, haciendo cuentas con sus trabajadores en la oficina se dio cuenta de que sus ingresos en los primeros meses del año eran un treinta por ciento mayores que el año anterior, lo que lo puso de muy buen humor y hasta me ofreció quedarme una semana más y yo acepté. Error, dos días después ya estaba otra vez regañándome por haber usado su computadora; que en un principio me dijo que podía usar con libertad.
Con mi primo Rodrigo todo fue bien hasta exactamente hace una semana que le dieron dos ataques de ansiedad seguidos. Yo ya estaba advertido y actué de inmediato frotándole alcohol en todo el cuerpo e intentando que sus pies y manos no se le engarrotaran de los calambres que acompañan al ataque. A partir de ese día empezó a tomar demasiada cerveza y vino, nada de destilados, aunque combinó todo con pastillas muy fuertes que traía consigo como Lorazepam y Clorazepam. Se la pasaba todo el día dormido y no comía nada. El viernes supuestamente yo me iría a San Francisco pero le dio otro ataque y dijo que se sentía muy mal, no lo podía dejar así. Estando todavía muy débil después del ataque se tomó media botella de vino de un jalón y decidí amarrarlo para que parara pero lo tuve que desamarrar porque mi novia iba a llegar en cualquier momento y no quería que lo viera así, tan derrotado. El sábado temprano parecía mejorado así que me fui a San Francisco finalmente y seguí hablando con él por teléfono el sábado y el domingo. El lunes no me pude comunicar y hoy en la mañana antes de abordar el tren hablé con él y me dijo que le habían dado varios ataques de ansiedad. Luego hablé con Paul, mi ex jefe en Adobe Springs, y parecía muy desesperado acerca de todo el asunto; hasta me preguntó si sería necesario llamar a una ambulancia para que fuera por él, que no podía nadamás dejarlo morir así. La novia de Rodrigo también está muy preocupada. Desde las nueve de la mañana no he podido comunicarme con nadie. Una de las tías que voy a visitar en Chicago me dijo que en el tren habría conexión a Internet pero no hay.
En el camino he estado leyendo el libro que me prestó Rodrigo de Alcohólicos Anónimos, “El Libro Grande, el Texto Básico de A.A.” según aparece en la portada. Me sorprendió que AA fuera un movimiento tan grande y tan antiguo, que al parece empezó aquí en EEUU. La influencia de la Iglesia Cristiana Protestante es evidente en su contenido aunque está escrito de una manera que no descarta gente de otras religiones o creencias. Según este libro, la única fuerza que puede controlar a un alcohólico es la creencia en un poder superior que sea capaz de devolver el sano juicio, y poner la voluntad y la vida al servicio de ese poder superior como sea que cada quien lo conciba. El corazón del libro está conformado por doce pasos que se sugieren como programa de recuperación, del que el primero y el más importante es aceptar que se es impotente ante el alcohol y que la vida se ha vuelto ingobernable. Los siguientes pasos delinean un proceso de reconstrucción de los valores personales y en nuestras relaciones sociales, intentando reparar los daños causados a terceras personas. El paso once propone la oración y la meditación como herramienta para fortalecer esa relación con el poder superior que se ha comenzado a formar para conocer su voluntad y recibir la fuerza para cumplirla, y finalmente el paso doce insta a llevar este mensaje a otros alcohólicos y practicar esos principios en todo momento.[1]
Este libro debería ser leído por cualquier persona que conozca a algún alcohólico, ayuda a responder dudas y evitar las dolorosas frustraciones que la conducta alcohólica provoca. Ahí se define al alcoholismo como una enfermedad, un mal fatal, que misteriosamente destruye la fuerza de voluntad de un individuo en cuanto al alcohol y por mucho que intente controlar su manera de beber, una vez que prueba la primera copa, conscientemente o de una manera descuidada, todo su entendimiento se derrumba y cae en la borrachera.
[1]Alcohólicos Anónimos, Alcohólicos Anónimos, el relato de cómo muchos miles de hombres y mujeres se han recuperado del alcoholismo, Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, A.C., México D.F., 1986, p. 55.
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