Fatigado.
Sin mucho ánimo de escribir ni nada. Ya en otros viajes había descubierto cómo es que los paisas pueden pasarse 15 o 20 años aquí sin hablar inglés. Primero que nada, se trabaja entre pura banda, a lo más, se puede expandir el slang mexicano a un slang más latino. Nuestro jefe resultó que es de Nicaragua loco, y habla bien curao. En segundo, cuando uno regresa a la casa no se tiene toda la energía para ponerse a aprender inglés, aunque ya oí varias veces mencionar el Roseta Stone, un método para aprender a hablar idiomas por medio de grabaciones que se pueden descargar en algún reproductor portátil. Ahí se oyen conversaciones, se aprende pronunciación y modos de expresarse a través de oír y repetir.
120 dólares al día, cinco días a la semana (tal vez seis), pues nada mal para salir de apuros. Además, según los compas, fue suerte que cayera una chamba así de corrido y que nos quisieran para largo. Ahora sólo tengo que dar el ancho porque no se ni maiz de esto de pintar y ahí todos se ponen truchas para no ser el candidato al castigo ejemplar, correr a uno para que a los demás les entre miedo y trabajen más duro.
Pero no, el jefe Johnatan parece buena persona y según lo que me estuvo platicando viene de una familia exiliada de Nicaragua cuando lo de la revolución sandinista, que dividió a su familia. Algunos estaban con Somoza, otros con Sandino, y cuando ganó el segundo, pues los que estaban con Somoza tuvieron que salir huyendo. Según esto Johnatan y su familia tienen inmunidad diplomática, que me sonó más a rollo, pero dice que estuvo viviendo primero en Inglaterra, luego en Francia, España, Brasil y finalmente aquí en San Francisco. Estudió arquitectura y ahora, después de haber trabajado para otros, ya está empezando su propia compañía.
A ver que pasa. Por lo pronto ya me gané 120 dólares, lo que dobla y casi triplica lo que me queda de reservas en billetes verdes. Ni un Benjamín tengo, ya me los acabé con la renta y depósito del primer mes en mi nuevo y flamante cuarto con colchón inflable.
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